Este término procede
del gr. ἀφορισμός aphorismós y puede definirse como máxima o sentencia que se
propone como pauta en alguna ciencia o arte. En el mundo griego este término se
utilizaba para designar delimitaciones o parcelas de tierra, algo similar al
actual catastro. Así se puede observar en algunas inscripciones como la
siguiente de FD 4.295.7 (II d.C.) καὶ αἱ]
ὀνομασίαι τῶν τόπων αἱ ἐν τῷ τῶν ἱ-[ερομνημόνων ἀφ]ορισμῷ διὰ τὸ τοῦ [χρόνου] μῆ[κος
οὐ]κέτι ὁμοίως γεινωσκόμεναι [παρεῖ]χον ἀφορμὴν ἑκατέροις τοῦ μεταφέ-[ρειν εἰς
τὸ λυσι]τ̣ελοῦν αὐτοῖς (y los nombres de los terrenos que en el catastro del
sumo sacerdote no eran de ningún modo conocidos, ocasionaban un pretexto cada
uno por su parte para confundir ventajosamente). En este fragmento se puede
observar el uso original del término, que he traducido como catastro, pero
podría traducirse como parcelas u otro modo similar.
A
partir de ese sentido de delimitación, se trasladó metafóricamente al lenguaje,
probablemente basado en el soporte que ofrecía la escritura y que podía
compararse, como espacio, a las tierras. Así, del mismo modo que se dividía el
terreno, se podía dicidir un texto, y a ese fragmento especialmente importante
se le llamó aforismo, denominación que continúamos utilizando hoy día. Con esta
acepción se puede encontrar el término en los Discursos de Elio Arístides (s. II d.C.), concretamente en Ael. Ar.
Ars 56.1.1. 467. καὶ οἱ ἀφορισμοὶ δὲ οἱ ἐν τῷ καθόλου σεμνότητα ἔχουσιν, οἷον
“πόλεως γὰρ ἔγωγε πλοῦτον ἡγοῦμαι συμμάχους, πίστιν, εὔνοιαν” (los aforismos
tienen, en general, más autoridad, ya que fueron un tesoro de la ciudad, leal y
benevolente, dirigen a los aliados en la guerra).
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