Procedente
del griego ἄμορφος, la RAE aclara en su diccionario que se trata de un adjetivo
con el siguiente significado: sin forma regular o bien determinada; que carece
de personalidad y carácter propio; dicho de un cuerpo sólido: No cristalino.
El
adjetivo griego proviene de la negación de la forma, μορφος, mediante ἄ
privativa. De modo que poseía el significado de informe, igual que en la
actualidad. Así mismo podemos entenderlo en el Timeo de Platón (s. V- IV a. C.) cuando leemos "διὸ δὴ τὴν τοῦ
γεγονότος ὁρατοῦ καὶ πάντως αἰσθητοῦ μητέρα καὶ ὑποδοχὴν μήτε γῆν μήτε ἀέρα
μήτε πῦρ μήτε ὕδωρ λέγωμεν, μήτε ὅσα ἐκ τούτων μήτε ἐξ ὧν ταῦτα γέγονεν: ἀλλ᾽ ἀνόρατον
εἶδός τι καὶ ἄμορφον, πανδεχές, μεταλαμβάνον δὲ ἀπορώτατά πῃ τοῦ νοητοῦ καὶ
δυσαλωτότατον αὐτὸ λέγοντες οὐ ψευσόμεθα” (por tanto, concluyamos que la madre
y receptáculo de lo visible devenido y completamente sensible no es ni la
tierra, ni el aire, ni el fuego ni el agua, ni cuanto nace de éstos ni aquello
de lo que éstos nacen. Si afirmamos, contrariamente, que es una cierta especie
invisible, amorfa, que admite todo y que
participa de la manera más paradójica y difícil de comprender de lo
inteligible, no nos equivocaremos).
Sin
embargo, el uso más habitual del término tenía que ver con la belleza,
concretamente con la ausencia de belleza. De este modo puede hallarse en la
obra de Heródoto (s. V a.C.), de modo que en fragmentos como el Hdt. 1.199.5
utilizan esta acepción: “ὅσσαι μέν νυν εἴδεός τε ἐπαμμέναι εἰσὶ καὶ μεγάθεος,
ταχὺ ἀπαλλάσσονται, ὅσαι δὲ ἄμορφοι αὐτέων εἰσί, χρόνον πολλὸν προσμένουσι οὐ
δυνάμεναι τὸν νόμον ἐκπλῆσαι” (Las que sobresalen por su hermosura, bien presto
quedan desobligadas; pero las que no son bien parecidas, suelen tardar mucho
tiempo en satisfacer a la ley).
Relacionado
con la ausencia de belleza, la palabra ἄμορφος también se utilizaba para
designar aquello que resultaba vergonzoso o deshonroso. Esta comparación entre
lo bello y lo conveniente u honroso ha funcionado durante toda la antigüedad,
desde los primeros testimonios. No por casualidad el héroe homérico reunía las
dos cualidades, bello y honorable. De este uso se conserva el siguiente ejemplo,
también de la obra de Platón (s. V- IV a. C.), “δακρύειν μὲν τὸν τετελευτηκότα ἐπιτάττειν
ἢ μὴ ἄμορφον” llorar al muerto no es conveniente ni ordenarlo ni prohibirlo
Pl.Lg.960a.
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