Procedente del
griego ἔκλειψις, la RAE define este término como “ocultación transitoria total
o parcial de un astro por interposición de otro cuerpo celeste; ensombrecimiento
o deslucimiento de una persona o cosa, o de su importancia; ausencia,
desaparición de alguien o algo”.
En griego poseía tres acepciones básicas: la primera es deserción, defección o retirada, como se puede leer en las Historias de Heródoto (s. V a.C.), en Hdt. 6.25: “καὶ Σαμίοισι μούνοισι τῶν ἀποστάντων ἀπὸ Δαρείου διὰ τὴν ἔκλειψιν τῶν νεῶν ἐν τῇ ναυμαχίῃ οὔτε ἡ πόλις οὔτε τὰ ἱρὰ ἐνεπρήσθη” (los samios, en efecto, por haber retirado sus naves del combate naval de los jonios, lograron ser los únicos entre los que se habían sublevada contra Daría que librasen del incendio sus templos y ciudades).
Por
último, la tercera acepción es la que desemboca en nuestro uso más común, como eclipse,
desaparición o extinción. En este punto puede encontrarse muestra en la obra de
Polibio (s. II a.C.), en Plb. 29.16: “ὅτι τῆς σελήνης ἐκλειπούσης ἐπὶ Περσέως
τοῦ Μακεδόνος ἐκράτησεν ἡ φήμη παρὰ τοῖς πολλοῖς ὅτι βασιλέως ἔκλειψιν
σημαίνει” (cuando hubo un eclipse de luna en tiempo de Perseo, rey de
Macedonia, corrió entre el vulgo la fama de que señalaba el eclipse del rey).
En este pasaje pueden observarse dos muestras de la misma raíz, eclipse como
desaparición de la luna, pero también como declive del rey.
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