Se trata de un animal que la RAE describe como “mamífero del orden de los proboscidios, el
mayor de los animales terrestres, con cabeza y ojos pequeños, orejas grandes y
colgantes, nariz y labio superior unidos y muy prolongados en forma de trompa
prensil, y dos dientes incisivos, macizos y muy grandes, vulgarmente llamados
colmillos, que vive en Asia y África”.
El
término se remonta al griego antiguo, a ἐλέφας, -αντος, como se puede observar
en la siguiente cita de Heródoto (s. V a.C.), en Hdt. 3.97.3: “οὗτοι
συναμφότεροι διὰ τρίτου ἔτεος ἀγίνεον, ἀγινέουσι δὲ καὶ τὸ μέχρι ἐμεῦ, δύο
χοίνικας ἀπύρου χρυσίου καὶ διηκοσίας φάλαγγας ἐβένου καὶ πέντε παῖδας Αἰθίοπας
καὶ ἐλέφαντος ὀδόντας μεγάλους εἴκοσι” (presentaban entonces cada tercer año y presentan
aun ahora sus donativos, reducidos a dos Chenices de oro no acrisolado, a 200
maderos de ébano, a cinco niños Etíopes, y a veinte grandes dientes de elefante).
Por
extensión, también se le llamó ἐλέφας, -αντος al marfil que se halla en los
colmillos de los elefantes. Este uso puede observarse en la Ilíada de Homero (s. VIII a.C), en Il.4.141: “ὡς δ᾽ ὅτε τίς τ᾽ ἐλέφαντα γυνὴ φοίνικι
μιήνῃ Μῃονὶς ἠὲ Κάειρα παρήϊον ἔμμεναι ἵππων” (como una mujer meonia o caria
tiñe en púrpura el marfil que ha de adornar el freno de un caballo). El marfil
destaca por ser una materia dura, compacta y blanca. Los griegos lo emplearon
como adorno en la decoración de salas, muebles y templos. Por ejemplo, Fidias
realizó en marfil aquellas partes del cuerpo que no cubrían los vestidos en las
famosas estatuas gigantescas de Atenea en el Partenón y de Zeus, las cuales medían
12 y 19 metros de altura respectivamente.

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