La
RAE describe esta palabra como “repetición de un sonido producida al ser reflejadas
sus ondas por un obstáculo; sonido originado por el eco; persona o cosa que
imita o repite servilmente aquello que otro dice o que se dice en otra parte; cosa
que está notablemente influida por un antecedente o procede de él; sonido que
se percibe débil y confusamente. Los ecos del tambor, de la campana; repetición
de las últimas sílabas o palabras que se cantan a media voz por distinto coro
de músicos, y en los órganos se hace por registro distinto hecho a propósito
para este fin; rumor o noticia vaga de un suceso; resonancia o repercusión de
una noticia o suceso; onda electromagnética reflejada de tal modo que se
percibe como distinta de la originalmente emitida; composición poética en que
se repite dentro o fuera del verso parte de un vocablo, o un vocablo entero,
especialmente si es monosílabo, para formar nueva palabra significativa y que
sea como eco de la anterior; y noticias de ciertos ambientes que se publican en
un periódico o revista".
Pero
este término tiene un origen griego, ἠχώ, que se circunscribe a la primera
acepción del diccionario de la RAE: “repetición de un sonido producida al ser
reflejadas sus ondas por un obstáculo”. Este uso puede encontrarse en las História de Heródoto, en Hdt. 9.24: “ἅπασαν
γὰρ τὴν Βοιωτίην κατεῖχε ἠχὼ” ( el eco envolvía toda Beocia). Esta denominación
de eco tiene un origen mitológico, que puede encontrarse en el libro III de las
Metamorforis de Ovidio. La leyenda
habla sobre una ninfa a la que le sucede lo siguiente.
Eco
era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le
gustaba cazar por lo que era una de las favoritas de la diosa Artemisa... Pero tenía
un grave defecto, era muy conversadora y además en cualquier conversación o
discusión, siempre quería tener la última palabra.
Eco,
con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques.
Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él.
Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada.
Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún
momento. En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó
un crujir de ramas a sus espaldas y gritó:
-¿Hay
alguien aquí?
Eco
respondió: -Aquí.
Como
Narciso no vio a nadie volvió a gritar: -Ven.
Y
Eco contestó: -Ven.
Como
nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos
La
ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos diciendo:- Unámonos
Narciso
dio un salto hacia atrás diciendo:- ¡Aléjate de mí! ¡Prefiero morirme a
pertenecerte!
Ante
el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando
se recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió
su cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última
palabra a cualquiera que le hable y por eso desde entonces cuando hablamos en
cavernas y montañas escuchamos como Eco nos responde siempre, pero sólo a
nuestra última palabra. Por este motivo, a ese sonido se lo designó con el nombre
de la ninfa.
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