jueves, 18 de agosto de 2016

Eco

La RAE describe esta palabra como “repetición de un sonido producida al ser reflejadas sus ondas por un obstáculo; sonido originado por el eco; persona o cosa que imita o repite servilmente aquello que otro dice o que se dice en otra parte; cosa que está notablemente influida por un antecedente o procede de él; sonido que se percibe débil y confusamente. Los ecos del tambor, de la campana; repetición de las últimas sílabas o palabras que se cantan a media voz por distinto coro de músicos, y en los órganos se hace por registro distinto hecho a propósito para este fin; rumor o noticia vaga de un suceso; resonancia o repercusión de una noticia o suceso; onda electromagnética reflejada de tal modo que se percibe como distinta de la originalmente emitida; composición poética en que se repite dentro o fuera del verso parte de un vocablo, o un vocablo entero, especialmente si es monosílabo, para formar nueva palabra significativa y que sea como eco de la anterior; y noticias de ciertos ambientes que se publican en un periódico o revista".

Pero este término tiene un origen griego, ἠχώ, que se circunscribe a la primera acepción del diccionario de la RAE: “repetición de un sonido producida al ser reflejadas sus ondas por un obstáculo”. Este uso puede encontrarse en las História de Heródoto, en Hdt. 9.24: “ἅπασαν γὰρ τὴν Βοιωτίην κατεῖχε ἠχὼ” ( el eco envolvía toda Beocia). Esta denominación de eco tiene un origen mitológico, que puede encontrarse en el libro III de las Metamorforis de Ovidio. La leyenda habla sobre una ninfa a la que le sucede lo siguiente.

Eco era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba cazar por lo que era una de las favoritas de la diosa Artemisa... Pero tenía un grave defecto, era muy conversadora y además en cualquier conversación o discusión, siempre quería tener la última palabra.

Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al que le gustaba divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco, la entretuvo con su conversación mientras las ninfas huían del lugar. Cuando Hera descubrió su trampa la condenó diciendo: Por haberme engañado y a partir de este momento, perderás el uso de la lengua. Y ya que te gusta tanto tener la última palabra solo podrás responder con la última palabra que escuches ¡Jamás podrás volver a hablar en primer lugar!

Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques. Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él. Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada. Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún momento. En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó un crujir de ramas a sus espaldas y gritó:

-¿Hay alguien aquí?
Eco respondió: -Aquí.
Como Narciso no vio a nadie volvió a gritar: -Ven.
Y Eco contestó: -Ven.
Como nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos
La ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos diciendo:- Unámonos
Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:- ¡Aléjate de mí! ¡Prefiero morirme a pertenecerte!

Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando se recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió su cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última palabra a cualquiera que le hable y por eso desde entonces cuando hablamos en cavernas y montañas escuchamos como Eco nos responde siempre, pero sólo a nuestra última palabra. Por este motivo, a ese sonido se lo designó con el nombre de la ninfa.

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