El
vocablo narciso proviene del griego νάρκισσος, que poseía el mismo significado
que en la actualidad, con un origen mitológico. La leyenda cuenta que Narciso era
un joven muy hermoso. Las doncellas se enamoraban de él, pero éste las
rechazaba. Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien
había disgustado a Hera y ésta la había condenado a repetir las últimas
palabras de aquello que se le dijera. Por tanto, era incapaz de hablarle a
Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque,
acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?»,
Eco respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso
le gritó: «¡Ven!». Después de responder Eco salió de entre los árboles con los
brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la
ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó
su voz.

El
término aparece en varios autores griegos, como Sófocles (s. V a.C.). De modo
que en la tragedia Edipo en Colono
puede leerse el siguiente fragmento: “θάλλει δ᾽ οὐρανίας ὑπ᾽ ἄχνας; ὁ
καλλίβοτρυς κατ᾽ ἦμαρ ἀεὶ; νάρκισσος, μεγάλαιν θεαῖν; ἀρχαῖον στεφάνωμ᾽, ὅ τε; χρυσαυγὴς
κρόκος” (aquí, bajo el celeste rocío, florece un día tras otro el narciso de
hermosos racimos, antigua corona de las dos grandes diosas y el azafrán de
resplandores de oro) Soph. OC 683. Como se puede observar, la cita se refiere a
la flor del narciso, tal como se utiliza actualmente.
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