El
origen del término puede hallarse en el griego νέκταρ, que significaba “bebida
de los dioses”. Homero (s. VIII a.C.) en la Ilíada
describe como Hebe escanciaba el néctar a los demás dioses, en Hom. Il. 4.3: “οἳ
δὲ θεοὶ πὰρ Ζηνὶ καθήμενοι ἠγορόωντο; χρυσέῳ ἐν δαπέδῳ, μετὰ δέ σφισι πότνια Ἥβη;
νέκταρ ἐοινοχόει: τοὶ δὲ χρυσέοις δεπάεσσι; δειδέχατ᾽ ἀλλήλους, Τρώων πόλιν εἰσορόωντες-2
(sentados en el áureo pavimento junto a Zeus, los dioses celebraban consejo. La
venerable Hebe escanciaba néctar, y ellos recibían sucesivamente la copa de oro
y contemplaban la ciudad de Troya).
Pero
no sólo se utilizaba de ese modo, como demuestra el siguiente fragmento “ῥεῖ δὲ
γάλακτι πέδον, ῥεῖ δ᾽ οἴνῳ, ῥεῖ δὲ μελισσᾶν νέκταρι” (brota del suelo leche,
brota vino, brota néctar de abejas) Eur. Ba. 142. La cita puede hallarse en la
tragedia Las Bacantes, de Eurípides
(s. V a.C.), y demuestra que ya en la antigüedad se llamaba néctar al “jugo
azucarado, producido por los nectarios, que chupan las abejas y otros insectos”.
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